En un lugar, cercano al bonito París, vivía una mujer malvada, era de lo peor y solo disfrutaba haciendo daño a su esposo, al que le robaba lo que podía, mientras con otros se acostaba y los cuernos le ponía. Tenían tres hijos, pero el marido era bueno y no se quejaba, le tenía tanto miedo, que nunca hablaba y lo dominaba como quería, pues era una mundana experta y lo conocía muy bien para atacarle en donde sabía, que podía hacerlo. Lo martirizaba sin parar, convirtiéndolo en un acomplejado, y en cuanto se daba la vuelta, lo desacreditaba, lo ridiculizaba y a escondidas le pegaba. Nadie le creía cuando suplicaba ayuda y piedad. Al final, se separó de él y le sacó un dineral, porque ella era mujer y ante la sociedad, el hombre era el malo y el que siempre pagaba el pato.
Como era tan cruel y almacenaba la inteligencia del demonio, le dejó a los hijos, para ella ser libre y volver a sus vicios, pues había conseguido lo que deseaba y reía a carcajadas, a sabiendas de lo que el pobre hombre lloraba, al verse lleno de cargas y amenazado si se quejaba.
Día tras día, lo señalaban con el dedo, porque era hombre y nadie le apoyaba, así que tras un largo tiempo, dejó de salir a la calle de tanta pena y amargura, pero se esforzaba por sus hijos, que eran la razón de su existencia.
Transcurrió algún tiempo, cuando la ex mujer, se tropezó con un mago vidente y aquel la paró y le pregunto lo siguiente: ¿Quieres conocer tu futuro?..., ella riendo y burlona le contestó, ¡pues claro, al fin y al cabo yo no creo en esas tonterías!....El mago muy suavemente le hizo escuchar unas campanas que sonaban a muerte y le dijo: Ese sonido, será para ti dentro de seis años, porque vas a morir por ser el diablo. Aquella mujerzuela, se marchó tan campante sin darle ninguna importancia y fue pasando el tiempo.
La obsesión de destruir a quien le daba la gana, la llenaba de dicha y todavía fue mayor, cuando sus hijos se casaron y le dieron nietos, pues su poder de convicción, le hizo manipular a los niños, que renegaron de su abuelo y se los quitaron, torturándolo sin justicia y sin compasión.
Aquel buen hombre, desesperado y marcado por el trauma del ensañamiento, no pudo soportar la presión, a la que le habían sometido, y tomó la decisión más importante del mundo, iba a matarla, como ella lo había asesinado, así que con el mismo cuchillo, que le había clavado una y otra vez, en un descuido de la misma, se lo metió tantas veces como pudo y le hizo un favor a los demás, por sus brutalidades y su desequilibrio. Al día siguiente, en el hospital, mientras ella perdía consciente la vida, escuchó aquellas campanadas, en los últimos segundos, mientras agonizaba y moría. El hombre fue declarado loco y lo ingresaron en un centro psiquiátrico penitenciario, pero por buen comportamiento, tratamiento y un arrepentimiento inexistente, quedó libre como el viento y volvió a sonreír feliz y contento, porque se tomó la justicia por su mano, a la que le obligaron entre todos, porque al fin y al cabo, también era un ser humano y nadie le hizo caso.
El hombre, se quitó la vida poco después, pero ya no le importaba ir al cielo o al infierno, pues fue víctima de una mujer mala, que lo acribilló sin parar, mientras ella disfrutaba y él ya no podía más.
que bonita historia
ResponderEliminarGracias Mario, por tu comentario y por tu visita
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