Patatela: Era una hada madrina, pero de las buenas, por eso la gente cuando se le acercaba, le preguntaba lo que ocurriría en sus vidas, pues tenía una bola mágica.
Vivía sola, en compañía de palomas, pajaritos, conejillos, gatitos y perros, pero su mascota personal era un búho, que todo lo observaba y le avisaba de lo que pasaba por las aldeas de alrededor. Patatela era consciente de que algo muy gordo iba a ocurrir, se iba a lo alto de la montaña y allí lanzaba cantos de pena, suplicando algo especial, para curar las almas errantes y las negras que la rodeaban, acusándola de hechicerías y haciendo que los niños le tomaran miedo.
Un día: Una bruja disfrazada de hada le tocó a la puerta, Patatela la invitó a pasar y le puso un gran pastel sobre la mesa, se lo comía con avaricia, porque le gustaba lo dulce de forma obsesiva, por lo que se dio un atracón y empezó a dolerle el estómago. Patatela la miraba sin parar, le dijo que iba al baño y consultó con su bola mágica, para saber quién era en realidad, aquella hada con aspecto de no ser peligrosa, pues sus vibraciones al verla comer con tanto recelo, empezaron a ser negativas y su mirada le preocupaba.
La bola mágica, cuando empezó a ser acariciada por Patatela, empezó a ponerse roja, muy roja, tan roja, que empezó a salir fuego y una cara tenebrosa, era Lucifer disfrazado, para matar a la buena hada, que solo hacía el bien y su corazón era muy grande. Patatela: Asustada, pero con gran valor y cerebro inteligente, se puso a pensar y decidió deshacerse del maligno, que deseaba arrancarle el espíritu y hacerla de sus seguidores, pero Patatela era más fuerte de lo que se imaginaba y sacó de su sabiduría un arma mortal, para acabar con el demonio maldito. Con una sonrisa de parte a parte, le propuso tomar un vaso de hierbas especiales, para quitarle el dolor que le hacía rabiar, y sin pensarlo se lo bebió de un trago. De repente empezó a caerle el disfraz, la cara le iba desapareciendo, un enorme rabo le apareció por detrás y mientras todo ésto le pasaba, Patatela aprovechó para hacerlo desaparecer con su bola de cristal. En aquel mismo instante empezó a embellecerse aquel lugar, se le fueron las malas vibraciones, la gente le cantaba, tenían alegría, caminaban y le charlaban, los niños le sonreían y jugaban con ella, pero Patatela tras recibir tanto cariño, cuando se fue a dormir se despertó en un pasillo largo con suelo de oro, pues iba a encontrarse con Dios, que la esperaba para abrazarla y tenerla a su lado, para cuidarla siempre y hacerla feliz con la vida eterna.
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