Se juntaron
dos ángeles en medio de un jardín, uno era precioso por dentro y normalito por
fuera; el otro, era feo por fuera, pero con palabras parecía un hermoso brillante, con perlas divinas por dentro y engañaba momentáneamente.
Se pusieron en medio la libreta que llevaba cada uno y de repente se pusieron a
escribir en ellas. El que tenía preciosas palabras, nadie las entendía cuando
las leían y aplaudían por hipocresía y complacencia, pues se iban deprisa y todo su espacio se
quedaba vacío; la presencia complicada de la prepotente perfección, para calar
en los corazones se percibía y no llegaba nada, que fuera natural, de un alma
que siente y es real en la vida cotidiana de los hechos, con poca cantidad, pero de mucha calidad exquisita. Ese ángel no transmitía sentimientos, eran
superficialidades estudiadas, para adornar y creer, que lo suyo era lo mejor y
su ortografía insuperable, pero nada de lo que plasmaba triunfaba, porque
buscaba tanto la belleza de los adornos, que solo encontraba fracasos y en su nube de tormenta
los iba coleccionando. La autoestima tan inmensa de este ángel, lo había
enamorado de si mismo con locura, tanto, y de tal manera, que se convenció de
ser una maravilla por dentro y por fuera.
El otro
ángel escribía con sencillez, hasta se equivocaba, porque no le funcionaban las
manos bien, no pensaba lo que expresaba, pues era su corazón la pluma y su alma
quien le guiaba, era inteligente y sabía por sus estudios, pero era humilde,
acomplejado y no buscaba la fama de nada, solo quería compartir sus
experiencias de cuando era humano, para ayudar a los demás si podía hacerlo, en
todo lo que sacaba de su profundidad más intensa y espiritual. Este ángel sin
querer pretender nada, llegaba a la gente y lo leían sin parar de todas las
partes, pero no le importaba ese asunto, solo hablaba con su diario, para
llorar sus penas con el mundo, así que entre todos le ayudaron de alguna
manera, pues siendo igual de humilde, le quitaron el complejo y empezó a
valorarse en la justa medida, porque Dios tiene muchas moradas y el de este
ángel era especial, porque con poco se conformaba. El otro ángel acabó en una muy
lejana, tan lejana, que nunca pudo contemplar la luz divina, de la presencia perfumada y perfecta del Amor, como es.... ¡VER EL ROSTRO DEL SEÑOR!
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