LA ESCLAVITUD DE UNO MISMO JUGANDO SIN PARAR

Hay gente que parecen niños, siendo muy mayores, porque no saben ni lo que quieren y les gusta jugar a las hojas de las margaritas...ahora digo no, ahora digo si, después que lo tengo todo, ahora no tengo nada, al rato llora, continúa con risas, se siente feliz, no tienen nada de penas, después sienten paz, a continuación tienen guerra, lo tienen todo y a la hora de su verdad, solo tienen soledad, que cuando llega la noche, recorre sus paredes y no tienen a nadie a quien abrazar; están tan aburridas esas personas y tan esclavas de si mismas, que no saben más que torearse y no son capaces de ser libres a la hora de decir ¡Soy una desgraciada!, ni tan siquiera pueden gritar el nombre de quien les quita el sueño, porque no reconocen que fueron dejadas en una partida de cartas, donde nadie se jugaba nada y solo pasaron el rato. No se puede presumir de libertad, cuando no se dice la verdad que se lleva dentro, y todo son superficialidades para engañarse a si mismos, y creer con ello que desconciertan a los demás.

Para ser profundos y tener sabiduría buena, lo primero que hay que hacer, es reconocerse los errores, no ser unos cobardes, dar la cara con nobleza y pedir perdón de los daños que hacen, para reconciliarse con sus propias conciencias.

La luna que sale por las noches, es amada de verdad, las de cristal se rompen, pero aunque estas cosas ocurran, lo mejor del mundo es sincerarse consigo mismo y gritar sin tapujos..¡ Solo tú alba que amaneces, eres la quisiera tener, pero volaste como un pájaro fantasmal, porque no te enamoraste de mi nunca!. Jamás ha sido de nadie, quien solo ha entregado un cuerpo y eso es igual, que haber tenido una muñeca de goma, pues cuando se dice: fuiste mía, seguiría siendo, si de verdad querían.