Esta semana que viene, será importante y de mucho ajetreo, pues me voy a mi nueva casita, que es preciosa e ideal para mi, está en una zona estupenda en donde todo lo tengo a mano y rodeada de gente mucho más joven y además con lo que pago en ésta tan repugnante con una dueña más mala que la peste, en la otra tengo la mitad de mis gastos cubiertos.
Allí tengo hasta ventanas a la calle y no tengo peligro de nada, pues llego para abrir la puerta muy bien y no tengo que sufrir cada vez.
El viernes que viene, que ya estaré allí, me ponen el teléfono y a continuación mi servicio de teleasistencia y mis pequeños estarán mucho mejor en todos los aspectos.
Cada día nos queremos más, estamos los cuatro junticos, mi pequeño y mi gordito los tengo a mis pies a los dos pegaditos y a mi kimba en el sillón a mi lado, no quiero ni pensar en que mi kimba me llegue a faltar alguna vez, pues me salvó la vida la noche que quise morirme de tantas pastillas que me tomé y a lametazos me hizo reaccionar cuando los médicos de urgencias tocaban a mi puerta, gracias a mi buen amigo que removió cielo y tierra, al no contestar a los teléfonos.
No volveré a intentar nada así, porque fue un error que cometí, al no poder soportar los comentarios que me enviaban, consciente de que lo consentía la mujer que era mi locura de amor y en la que en todo confiaba.
Ayer le decía a mi psiquiatra lo que yo quería a esa mujer, que lo era todo para mi, porque me trata con una comprensión infinita y conoce toda mi vida, me está ayudando mucho con la medicación y me ha acertado con ella, pero no quiere que esté tan anestesiada, pues en vez de comer, duermo sin parar y me despierto de madrugada creyendo que ya es el día siguiente, así que me pongo a escribir hasta que caigo otra vez.
Hoy me vio un chico que me llevaba al hospital y me decía que no parecía la misma desde que estoy tan bien cuidada, me comentaba que le daba mucha pena verme sola ir en la camilla al hospital, sin nadie a mi lado que me apoyara y me ha hecho recordar, cuando me dieron los resultados finales de que no tenía operación de ninguna clase, que ni tan siquiera aquella vez, estuvo conmigo quien me decía que era su vida entera.
¡Cuánto daño, cuánto dolor, sin haber hecho nada, solo sentir el más grande amor verdadero! ¡qué verdad más inmensa que no hay mayor ciego, que el que no quiere ver! siempre sola y triste, nada ni nadie era yo, solo un pedazo de carne que no valoraron y borraron con una goma negra llena de terror, pero las miradas se cruzan, se dicen muchas cosas, pero el silencio es estremecedor de quien en su día creí que era mi sueño de amor. Sé que sabe lo que me ha hecho, que no es feliz y que jamás me pedirá perdón, porque su orgullo es demasiado altivo y se la come por dentro, por eso es una sombra, que por las noches tiene su tormento y ahora sabe lo que tiró, aunque esté rodeada de malos consejos.
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