LA COTORRA

La cotorra para y cuenta sus mentiras, tiene que defenderse, porque es falsa y quiere convencer de lo que nadie se cree en su interior. 

La cotorra no sabe, que todos la conocían muy, pero que muy bien, menos yo, que me engañó como quiso.

La cotorra es mala y lo lleva escrito en la cara, abusó de mi, sin importarle nada, no quiere ni la camisa que lleva puesta, excepto su persona y conseguir sexo a cambio de seducir con palabras bonitas y milagrosamente encontrando a otra promiscua joven, que sale asqueada y borra hasta su nombre.

La cotorra es fea y mayor, por eso utiliza el disfraz de ángel interior, cuando es un demonio como la copa de un pino, pero se le cayó cuando dejé de servirle como criada taxista y porque la luna de cristal, tenía que entrar, para probarla del morbo que sintió y salir disparada.

Todo lo inmoral, canalla, traidora, maltratadora, infiel, mentirosa, calculadora, criticona, ladrona, maliciosa y con la experiencia de su maestro el demonio y sus allegados, fueron a por mi, cuando estaba indefensa y se aprovecharon de todo, pero la verdad no la dice, porque tiene que tapar su rabo endiablado y al ser de aquí, creerse que la gente no sabía nada y lo conocían todo, menos yo.

La cotorra no tiene ascos de ninguna clase, no puede sentir nada, está vacía y llena de cucarachas que le hacen tener esa mirada de experta y cruel, es inhumana y no sabe hacer nada, excepto pensar en el placer de la carne, que ni tan siquiera puede sentir, pues está enferma y con un informe que lo corroboraba de neurótica que no se adapta. Jamás podré olvidar tanta y tanta brutalidad; cuando enseño lo que me enviaban, para que lo vean, la gente no puede ni terminar uno solo. de tanta salvajada, ella sabe quienes han sido, pero aunque todo lleve su tiempo, yo tengo el mío, para que acaben condenados, pues el daño que me han hecho es tan grande, que mi salud ha empeorado y eso no tiene precio.

Hay que ser mala, pero mala y marimacho, para tratar a quien tanto necesitaba amor y comprensión al quedarse en mi estado, que me lo negó todo y me trató como a un trapo, cuando darle mi vida entera no tenía precio alguno, pero ella si que me lo puso, por la comida que me daba, me pagó con sus ensañamientos, sus agresiones y con unos cuernos muy grandes, para que queriéndome morir cada día, acabara tirándome sin nada de nada, ni hacia mis pequeños tan siquiera, a los que ya no soportaba.

Pase lo que pase, para mi Padre del cielo, ya ha empezado su justicia y todo le va mal, pues camina y camina, para no sentir la conciencia, estar agotada e intentar dormir, porque sus desgracias acaban de empezar, como a los madrileños asesinos.