Flor, era una muchacha joven, linda, con apenas 24 años y vivía en una casona, de las que entonces se construían, hecha por sus padres, para criarla en medio de aquel verde prado, que la hacía correr de alegría saltando la hierba verde, que brillaba a la luz del sol. Flor, no podía ir al colegio, porque entonces no se estudiaba, solo aprendían a leer y a escribir, pero con el amor de sus padres, la enseñaron a trabajar en el campo y a cuidar a los animales, que tenían en las cuadras. Habían de distintas especies, vacas, caballos, ovejas, cerditos, conejos, gallinas, perros y gatos. La niña, a todos los adoraba, pero su padre le iba transmitiendo, la herencia de la matanza del cerdo, ordeñar las vacas, coger los huevos frescos etc, etc, pues hacían los mejores embutidos y de todo un poco, que les daba de comer, porque vendían a los vecinos lejanos, que iban con sus carros a cargar, de toda clase de alimentos. Flor, iba progresando con rapidez y se convirtió en toda una experta, a la hora de ayudar a su padre. Su madre, lo hacía también respecto a las labores del hogar, pues la enseñó a ser ama de casa, con unas manos especiales, que la hacían cocinar, ¡de maravilla!. Los padres de Flor, se sentían orgullosos de su criatura, que lo hacía todo con alegría y mucha voluntad, mientras tanto, iba creciendo y haciéndose un muchacha bonita, a la que empezaron a cortejar, los jóvenes del pueblo.
Una mañana de invierno, Flor, se puso bien guapa y se marchó con sus padres a misa, pues era la costumbre de todos los domingos y bajaban al pueblo, allí, pasaban el día y se unían a un baile, que se celebraba para los jóvenes, acompañados de sus familiares, que de paso, entablaban charlas, bebían buen vino y cantaban, mientras los muchachos, se fijaban en la chica que les gustaba y la sacaban a bailar. Flor, se sentó a tomar una limonada, se le acercó Ángel, pero éste no le decía nada, solo se miraron a los ojos, se ruborizaron y en aquel preciso instante, los dos se gustaron. Ángel, todo atrevido, se lanzó y la cogió de la mano, para sacarla durante una melodía romántica y darle un beso en la mejilla, la invitó y le confesó, que deseaba salir con ella; y así fue, como Flor y Ángel, que también descendía de una familia de trabajadores, y poseía granjas de cerdos, se enamoraron locamente, e iniciaron su noviazgo.
Ángel, iba a verla todos los días, después de realizar sus tareas, no le daba ninguna pereza, así que se montaba en una mula y cuando Flor lo veía llegar, con los brazos abiertos lo recibía, y sus padres lo invitaban a cenar. Durante un año, aquella pareja feliz, se iban amando más y con una profundidad envidiable. Flor ya era toda una mujer, luchadora, entregada a la enseñanza que había recibido y se compenetraba de maravilla con Ángel, que era igual de trabajador, bueno, tierno y estaba loco por su novia. Cuando por fin, se quedaban a solas se daban sus besos, entre juegos y promesas, que salían de sus corazones, que palpitaban con fuerza, cuando se tenían cerca mutuamente, ¡hacían una pareja increíble!. La mirada de niña de Flor, su coquetería inocente, su ternura, sus ojos que lo decían todo, le quitaban el sueño al muchacho, que soñaba con ella por las noches, deseando convertirla en su esposa....
CONTINUARÁ
Hola Carmen,me encanta la historia de esa bonita pareja me he quedado con las ganas de ver que sigue y te agradezco que compartas tanto conmigo.
ResponderEliminarCarmen yo no consigo siquiera cambiar el fondo de mi blog por eso no puedo compartir nada con nadie,porque lo único que se es escribir y publicar ah y poner las imágenes, ya me lo han explicado pero no logro entender a éste cacharro.
Espero que estés bien,yo aún no lo estoy pero parece que la crisi va remitiendo ya es solo cuestión de tiempo.
Un fuerte abrazo y muchas gracias.
Carmen deberías escribir un libro, tienes una capacidad impresionante y la historia es preciosa,te felicito
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