No puedo con este peso, que aunque respiro, me tiene aplastada y no me apetece ni salir a la calle, solo lo hago de forma obligada por mis pequeños, que no tienen la culpa de nada y son la razón de que me salgan algunas fuerzas, para que vean la calle y hagan sus cositas.
Se que ahora es verano y mes de vacaciones, pero el organismo que se ha tomado un interés personal en intentar sacarme de aquí, hará lo imposible para que me vaya cuanto antes. Mi psiquiatra me manda el informe que debo enviarles, pues si sigo aquí mucho tiempo, acabaré muriendo de sufrimiento porque me ahoga el exterior, en donde solo me siento atormentada y rota, por la imagen que me han puesto sin motivos ni razón, me han quitado mi honra, mi imagen, me insultan, me difaman y si pudieran verme reventar, os aseguro amigos, que muchas se reirían de verdad, por la felicidad que sentirían al ver que la famosa valenciana, ha dejado de existir y eso que he luchado por mis derechos y otros se han beneficiado de ellos.
Me he gastado bastante en mi casita y la he dejado preciosa, toda reparada y accesible para mi, pero no me importa lo material, si no le encuentro sentido a nada y nada me retiene aquí, solo se que mi depresión aumenta a peor y mi cuerpo se ve afectado, por la tanto, ni tan siquiera diré adiós a nadie, porque no me interesan lo bastante como para tomarme esa molestia, tan solo unas poquitas, pero poquitas personas, los demás que se queden en este lugar, que es el ideal para los que son de piedra y no tienen sentimientos ni educación.
Para vivir en Casas Ibañez hay que tener una coraza interior, pero yo nací de carne y hueso, sensible a tope, dulce y romántica, luchadora por la justicia y aquí no se entiende de todo eso.
Vosotros si que sabréis, el día tan anhelado en que partiré con mi ligero equipaje, con el temor típico a lo desconocido, en busca de gente normal, indefensa como una niña, pero con lengua y cerebro para defenderme a donde vaya. Rezo para que pase el tiempo en un abrir y cerrar de ojos, soy consciente de que de donde no hay, nada se puede sacar, pero yo supe amar, entregarme sin barreras, confiar sin recelos ni nada, aguantar un suplicio con la familia, espléndida con todos, una buena chófer para llevar y traer de los sitios a los suyos, comprando lo que podía, yendo siempre sola al hospital, pegas por todas las partes y dando mi dinero; pero a cambio de la comida, ella lo hacía todo y lo suyo no tenía precio; mentiras y mentiras para justificar en la enfermedad, que ya no me soportaba, a mis pequeños tampoco, que había otra que la tenía ilusionada sexualmente, y al final me tiraron sin pena, ni gratitud y con los peores tratos, que ni un delicuente se merece. Una historia así, en la que tanto me han robado, no se olvida nunca, se aprende a sobrevivir; solo si vuelvo a enamorarme y soy correspondida, entonces duelen menos las heridas y se acaban convirtiendo en cicatrices, que no se deben de mirar, para que no me vuelvan las pesadillas que me están matando sin piedad. La medicación es muy fuerte, pero es tan fuerte lo que siento, que ya no me hacen el efecto deseado, así que esperaré como pueda, para marcharme a donde nunca debí venir, para complacer los caprichos de una mujer experta y madura, que estaba sola y se le juntó el hambre con las ganas de comer, sin importarle más que su propia persona, de la que está profundamente enamorada.
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