Era una rata apestosa, grande y vieja, que vivía en una cloaca llena de los excrementos, que iban a parar allí y se alimentaba de ellos. Por las noches cuando las personas descansaban, ella se dedicaba a buscar a otras ratas de sus mismas características y cuando encontraba una, se lo pasaban bomba revolcándose las dos en medio de tanta porquería y después cada una se iba en busca de comida buena a hogares humanos, penetrando por pequeños agujeros.
Iban contagiando la salmonella más grave, pues eran repugnantes y muy espabiladas, por eso lo hacían todo a la luz de la luna, cuando nadie las veía, excepto los coches que las alumbraban si cruzaban alguna calle o carretera.
Un día un gato muy grande, las vio a las dos y empezó a relamerse de gusto y de forma silenciosa sin poder verlo, porque era negro y las tenía controlas, se abalanzó sobre ellas y con las uñas las dejó malheridas, por eso pudo cogerlas con su boca y colgadas en ella, se las llevó a las afueras de un solar y allí las fue haciendo a pedacitos, para invitar a sus colegas a celebrar el gran banquete, por haber acabado con dos malditas roedoras, que iban contagiando sus bacterias a seres inocentes, a los que mordían sin piedad y sin importarles poder matarlos.
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