LOS JINETES DEL INFIERNO

No me encuentro nada bien, estoy harta de no poder ir a tomar algo o a dar un paseito, encima mi batalla ha comenzado ya con el tribunal médico.

Tras volver a contestarme a mi reclamación vía administrativa, que me incapacitan para estar sentada de teleoperadora, pero no para cualquier otro empleo, no me sorprendió absolutamente nada. Tengo muy claro que ya sabían lo que me iban a dar a mi y a todos en general y después el que quisiera y supiera de que iba el asunto, pues a demandar y a juicio. Ellos te fastidian, te perjudican, te degradan y se quedan igual que estaban.

Como Dios es justo y no me abandona, aquí se ha hecho cargo de mi, la abogada de mi compañera que es estupenda, dice que es una injusticia muy grande lo que me han dado y que la incoherencia del dictamen es evidente.

Por desgracia sufro de un proceso degenerativo, crónico e irreversible que me hace estar cada vez peor, por eso siempre estoy tumbada, poco a poco escribo y me distraigo con el ordenador, pero me siento burlada y timada por estos señores del Tribunal. Además con la malicia de contestarme justo a los 45 días que establece la ley para ganar tiempo y originarme  molestias.

Me cuesta aceptar tanta crueldad e indiferencia ante la enfermedad ajena, informes acreditados por especialistas, tras pasar por un infierno de pruebas y ellos se lo pasan por las narices.

No me extraña ya nada, esto es de locura y menos mal que mi abogada es consciente de mi estado y colaborará para evitarme molestias, que me puedan empeorar todavía mas.

La pena es que no están en mi interior, ¡ójala ocuparan mi lugar! quizá entonces comprendieran el sufrimiento que arrastro cada día.

Ahora mismo quisiera volver hacia atrás en el tiempo y encontrarme como entonces, pero eso es algo imposible y aquí estoy envuelta entre penas, amarguras y sin alegría de ninguna clase.

Mi compañera con la tristeza de que ya no podemos ser felices en la intimidad, pero me quiere de verdad y no me deja por ello.

Siempre le digo que antes de perjudicarla, la dejaría para irme al sitio adecuado y recibir unas atenciones, que ella ya no me podría dar y que le quitaría del todo su propia salud.

A todos nos pasa factura la vida y a esos señores que me han ignorado les llegará en cuanto sea el momento oportuno.

Ahora solo me queda esperar y que cuando se celebre el juicio, por lo menos que el Juez, se de cuenta del error y dicte sentencia a mi favor.