ES UN DON DIVINO SABER PEDIR PERDÓN

Saber pedir perdón es un don divino, que poseen muy pocas personas, pues pedirlo con verdadero arrepentimiento, es algo muy profundo y ese interior lo tienen hoy en día muy poca gente. El que no puede expresarlo se convierte en un desgraciado, cuyo orgullo le va matando lentamente hasta que se convence, de que no tiene nada que pedir, porque lo que ha hecho está bien y lleva arrastrando ese peso hasta la muerte y nunca lo podrá reconocer, a no ser que en la agonía del último segundo de su vida, se convierta en libre y lo pueda expresar a viva voz, para que le escuche el Señor, que está lleno de misericordia. No es feliz de ninguna manera y su guerra personal se convierte en una batalla infernal, que disfraza cuando sale a la calle con la coraza de la victoria y la satisfacción de que se siente en paz, aunque explote en el interior de su hogar y quisiera hacer todo lo contrario, pero es más fuerte la soberbia y las armas del maligno, que la humildad y el corazón de oro, que envía señales directas de Dios, para darle la solución a esa prepotencia, que te va hundiendo en la porquería y en la soledad más amarga y dura. 

En realidad son dignas de lástima, pues no hay nada más preciado y bonito, que la sencillez y la mirada de puro sentimiento, que transmite el dolor del daño que se ha hecho; pero ese cáncer tan cruel y que va haciendo metástasis, le hace perder toda una vida a cualquiera, sino lucha con todas las fuerzas de su fe verdadera, para derrotarlo y volver a renacer, viendo los colores de la vida de una forma muy distinta.

El pedir perdón es un veneno espantoso, para los duros de corazón, que siempre se sienten perfectos y están poseídos de la razón, pues las piedras no se calan con la verdad, no son blandas como la ternura, no tienen sensibilidad como el agua fresca y pura de un manantial, son solamente muy duras y si tiras una, hasta puede matar.

EL perdón es lo que tenemos, para cambiar el mundo, pero el color negro de los que se creen superiores o perfectos, los convierte en vagabundos de un desierto, en donde por mucho que busquen, jamás encontrarán el oasis tan ansiado, como el cántaro lleno esencia sin contaminación, exquisita de la felicidad.