EL VERDADERO ESPEJO

• El verdadero espejo de la vida, es mirarse delante de uno mismo y verse desnudo tal y como se es, con la realidad por delante y sin ponerse flores para engañarse, disculparse de todo, sentirse bien y justificarse de lo que se hace mal, a sabiendas de que se está mintiendo y no se quiere ver para dormir a gusto con una conciencia, que se la lava con detergente, pero que las manchas no salen. Quienes hacen ésto, son dignos de lástima, pues en la soledad verdadera que tienen, cuando se van haciendo mayores, acaban descubriendo lo que ya sabían y no querían reconocer.
• Aquellos que buscan un sentido a la vida, con la familia y los amigos, se acaban cayendo, pues el tiempo les demuestra, que las palabras se dicen fácilmente, pero los hechos son diferentes; quien no puede amar, porque busca lo suyo solamente, jamás podrá gozar de una paz aquí en la tierra, pues a la hora de la verdad, siempre estará engañándose, pero entre las cuatro paredes de su soledad llorará lo que ha recibido de sus acciones; y lo que pensaba que le produciría un camino a seguir, se le convierte en un sendero oscuro, que no se ilumina con nada, porque solo el verdadero amor compartido, es la realidad de la vida y lo que se desea tarde o temprano, y esa es la felicidad imperfecta a la que podemos aspirar, cuando nos llega del cielo.
• La felicidad en este planeta es valorar lo que Dios nos regala bueno, aceptar las dificultades con un querer auténtico, y sin embargo, se prefiere la basura, porque se acaba perdiendo el olfato, cuando uno se cree sus propias mentiras.
• El ciego que ve, es sabio y divino, el que ve y está ciego, es un pobre mendigo borracho, que solo sabe beber vino, por eso en la vejez, el lamento del pasado, se convierte en el pensamiento diario, de los que han escuchado la voz equivocada de la maldad de corazón, de las típicas personas que van aparentando por el mundo, lo que en verdad no son, pues son esclavos del mal y aunque quisieran ver el bien, los que dicen quererlos, los llevan a la esclavitud de una cárcel, que es peor que la de los presos delicuentes.
• No hay nada peor, que ir erguido, con el pecho fuera, mirada al frente y caminar pensando, que nada le importa porque siente paz y alegría, cuando en realidad está librando su propia batalla, que es la de haber hecho mal y no puedo aceptarlo, porque sería llamarse a si misma una persona ¡he sido y soy una canalla y cuando llega la noche, es su presencia desde mi silencio, la que rompe mi calma!