El sueño de mi mujer, cuando lo hablamos en nuestra cama, es tan precioso, que a mi me gustaría tanto como a ella hacerlo realidad. Le gustaría tener una casita en las montañas, lejos de todo bullicio y estar rodeadas de animalitos junto a nuestros pequeños, para formar una familia en donde hubiera derroche de amor por parte de las dos y cubrirnos de la presencia pura de lo que es naturaleza virgen, fuera de toda mancha provocada por el ser humano.
La casita sería grande, fuerte, segura, con mucha leña, para encender la maravillosa chimenea, que daría calor a nuestro hogar y entre arrullos y caricias contemplar el fuego de la felicidad junto a nuestra locura de amor, pasión o mientras charlamos o nos miramos en silencio emborrachándonos de nuestra unión, sobrándonos los demás y que nadie supiera de nada. Una casita repleta de alimentos para no tener que necesitar ninguna otra visita y ver la nieve por todos los sitios, para salir a jugar haciendo bolas y entre juegos y risas jugar como niñas y acabar haciendo el amor en la paz de un hogar en donde solo estaríamos nosotras dos y los pequeños tan felices, saliendo y entrando cuando quisieran sin temor a coches o vehículos que les hicieran peligrar...
Mi mujer, que lo sabe hacer todo, cortaría leña para el fuego, me cuidaría a mi, haría las comidas más deliciosas y saldríamos a ver paisajes preciosos, que solo se pueden ver desde las alturas y escucharíamos música sin medidas de volumen en donde la libertad fuera nuestra única compañía...
En nuestra casita, construiría mi mujer un establo en donde tendríamos dos vacas, que dieran buena leche, dos caballos y una cabrita, así como otro tipo de animalitos y saldría a cazar y pescar, para hacer buenos asados para todos, solo para comer, pero no por capricho, pues ella lo sabe hacer todo y nada se le resiste y es mi pequeña fierecilla que nada tiene que envidiarle a un hombre. Los cinco estaríamos en el cielo sin morirnos y cuando saliera en el carro con los caballos a cortar leña, me abrigaría bien abrigada y me llevaría con ella para contemplarla mientras recogiera la leña y darnos besitos de dicha ante tanta felicidad. Cuando llegara la primavera haría un pequeño huertecito en donde sembraría nuestras frutas y verduras, que serían para saborear lo que es bueno de verdad. Mi mujer es una mina de oro, pues todo lo que sabe, ni tan siquiera lo tuvo que aprender, pues solo con verlo hacer a los demás lo aprendió y la educación que le dieron es de saber ser responsable, trabajadora, educada y respetuosa; además es amante de lo suyo y lo sabe cuidar y respetar. Por lo único que nos gustaría un pellizco en la lotería es porque no dudaríamos en hacerlo realidad este sueño, ya que las dos estaríamos de acuerdo y allí cogidas de la mano entre el chispear del fuego de la vida nos veríamos nuestras películas y saborearíamos nuestros besos y nuestra intimidad como en ningún otro sitio.
Nada hay más lindo que ver nevar, para una gran escaladora y tras posarse la nieve sobre el suelo contemplar la obra tan hermosa que hizo Dios.
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