Hay profesiones, en las que no se puede tratar a la gente como si fueran animales, igual que a los perros, que son tratados a patadas. La profesión más importante, en donde no deberían ocurrir estas cosas, es sin duda alguna para mi, la de médicos o enfermeras. Afortunadamente, abundan los que se perciben a la legua, que son de vocación, pero también, los que son por dinero o porque les obligaron por herencia.
Anoche, me vi obligada a llamar a urgencias, pues la pierna derecha era como si me la estuvieran arrancando del dolor que tenía, no me respondía, sentía un hormigueo muy raro y en las manos también. Vinieron a mi casa la doctora y una enfermera; mis pequeños estaban acostados en sus sitios y se comportaron con mucho respeto, pero la enfermera en cuestión, es alguien, que debería estar picando piedra en una cantera, para quitarse la amargura, la rabia que lleva encima, la mala educación y la falta de humanidad, que tiene desde que la conocí, hace mucho tiempo. Me pusieron una inyección muy fuerte y yo no podía bajarme el pantalón, la enfermera con cinismo dijo ¡si que puede, si!, le contesté que no podía girar tanto el brazo hacia atrás y encima voy sondada, pues con toda mala leche me lo bajó y me clavó la aguja, por lo menos sin hacerme daño, pero le tuve que decir de muy buena manera, que me parecía bien que fuera seria, por no llamarla como se merecía, pero que me sentía tratada como un animal por parte de ella. Es conocida por lo desagradable que es, pero conmigo aun más y me imagino cuáles son los motivos, por eso, si me hace lo mismo otra vez, no dudaré en poner una reclamación en donde tenga que hacerlo, porque no se puede ir por la vida, tratando a un enfermo de esa manera, por las causas que sean y que le provocan ese carácter tan incivilizado y sin ninguna consideración, pues solo con verle la cara que pone, da miedo y ganas de salir corriendo cuando la tienes delante. No puedo evitar, que profesionales, cuyo apoyo y una sonrisa curan más, que a veces las medicinas, sean tiranos con problemas o no, que ven en las personas enfermas números y no, seres humanos, que están sufriendo y que les importa un bledo que revienten. Vuelvo a repetir, que no son la mayoría así, gracias a Dios, porque de lo contrario, sería preferible morirse. De la doctora, que vino, no tengo nada que decir, porque cumplió con su labor y me habló como se merece una persona. En las demás profesiones debería ser igual, pero abundan menos y no se percibe tanto, el daño que hacen, pues una enfermedad es diferente y requiere un poco de atención y comprensión. La suerte que tengo en el hospital, es que se desviven los especialistas, que me llevan en consultas externas y siempre me sonríen y me tratan con mucho cariño. Reconozco, que pueden haber pacientes un poco impertinentes, pero que no paguen justos por pecadores.
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