El escondite era conocido, pero Dalia pensaba que no se la encontraría, nadie hablaba de ella, nadie la nombraba, pero aparecería, para pagar sus deudas atrasadas. Dalia era loca y con mente retrasada, era mala y pervertida y no se merecía nada, solo el escarmiento de Dios y el que en la tierra se daba. Dalia estaba encerrada en la habitación de un castillo y la tenían aislada, pero el tiempo que le quedaba para no ver el sol iba a ser corto, para entrar en la sombra del castigo. Era un peligro para quien la rodeaba, había nacido enferma y torturaba a quien vivía con ella, pero un buen día, tropezó con el ángel defensor, que del cielo envió nuestro Señor, para salvar a los que elegía y creían en ÉL.
Dalia era cínica y salvaje, nadie la quería y todos la conocían, pero con su veneno contagió a su cómplice llamado el Jorobado desgraciado. El jorobado se hizo como ella y la ocultaba en todo, porque sabía que era feo y que no conseguiría a ninguna bella mujer. Los dos se hicieron iguales, pero tenían un grave problema, se dejaban llevar de la ira infernal y caían en sus propias trampas. Al final los aldeanos que vivían asustados, decidieron llevarlos ante la Santa Inquisición y fueron quemados ante todos, porque eran engendros endiablados, que quedaron calcinados con toda la razón, pues habían asesinado a pobres indefensos, que no les habían hecho nada y los dejaron medio muertos de tanta brutalidad y ensañamientos, que a ellos les llenaba de satisfacción, cayéndoles la baba de la boca, sin alma y sin corazón.
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