Me he sentido morir ante una llamada telefónica, para informarme de que soy yaya de un nieto y una nieta; que mi hija se casó con su novio el que tenía con 16 años y que ejerce de maestra en un colegio de niños, me ha dado un derrame de llanto sangriento ante el impacto que me ha producido la noticia y mi psicóloga que me ha visto, se me ha llevado con ella. Ha tenido que ponerme una pastilla debajo de la lengua, porque mi corazón parecía que iba a sufrir un infarto de dolor.
Mi hija me adoraba, pero me la robaron con engaños y amenazas de que si no firmaba aquellos papeles no la volvería a ver, porque me refugiaba en el bingo, para no acostarme con su padre. Al final tenía que ir a verla a escondidas y cuando llegaba al instituto sus amigas la avisaban y se iba, nunca quiso escucharme, pues le comieron la cabeza de tal manera, que me convirtieron en la culpable de la desgracia de su padre y por eso cuando me pegaba lo soportaba sin rechistar, hasta que un día me dejó inconsciente y queriéndome proteger cogí algo y mi hija me pilló en ese instante pensando que era yo la que le quería agredir, fui atendida en el hospital y no quise denunciarlo, pero mi hija ya no era mía. Toda mi vida en manos de psicólogos y psiquiatras para aprender a llevarlo y ahora me entero de ésto y de las barbaridades de comentarios brutales y asesinos que me han traído las ganas de morirme cada día, ensañándose con esa pena tan grande, para una madre.
Nunca sabré como son, no se enterarán de que existo y me cuesta creer que no tenga derecho a conocerlos, ya no puedo estar peor, mi alma rota, mi corazón destrozado, enferma sin nadie y no quiero nada del mundo, solo permanecer en mi refugio interior y esperar que pase el tiempo que Dios quiera para mi y que se nos lleve a mis pequeños y a mi, a la misma vez, dormidos sin padecer, por lo menos, para partir hacia el más allá. Perdonarme pero no puedo escribir más, mi dolor no me lo permite y todo es alcohol y sal en mis heridas y no puedo más
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