En un pueblo del oeste americano habían pocos habitantes, que se dedicaban a cuidar sus terrenos y a cotorrear entre las mujeres, porque no tenían nada mejor que hacer. En dicho poblado había mucha corrupción, pues se conocían todos y eran más salvajes que los indios. Todos los días paseaba una banda de pistoleros asesinos, que se sentían los dueños de todo y entre ellos se llevaban a matar, pero lo disimulaban ante los demás y se unían para maltratar por capricho a cualquier inocente que pasara por allí.
El jefe de la pandilla era un desaprensivo sin escrúpulos, que entraba en la cantina en busca de doncellas, que cuando lo veían se echaban a correr, pero tenía dinero y un día le pagó a una, para que le diera placeres sexuales y acabó cogiendo la diligencia, porque le daba asco de verlo tan baboso y pervertido.
Eran una pandilla de criminales con pistolas llenas de balas, para matar y matar, a sabiendas de que el cherif no les haría nada.
El que daba las órdenes era un ladrón y sus risas cínicas eran macabras, solo le importaba el vino, las mujeres y violar la honra de las inocentes que no se metían con nadie.
En el poblado todos les saludaban, aunque después los fusilaban con palabras por el miedo que les tenían y porque estaban bajo el dominio de ellos, que eran de tener malas entrañas y de ser unos embusteros.
Un buen día apareció una viajera, que le gustó al jefe de los pistoleros y decidió arreglarse para conquistarla y hacerle creer que era un hombre granjero y trabajador, dulce, verdadero, romántico y con buenos sentimientos, así que la joven forastera se enamoró de él y cuando la utilizó para sus caprichos, le robó lo que tenía, la violó cruelmente con sus cómplices diciendo por todos los sitios lo que quiso matando su honra, su moral y la de su familia y casi todo el poblacho la llevó a la horca.
Un milagro hizo que alguien la rescatara y era un ángel enviado del cielo con figura humana, la joven quedó gravemente tocada, pero su protector le dio las fuerzas necesarias, para darles unas cuantas sorpresas al jefe asesino y a sus cómplices, en silencio y llorando sangre por dentro.
Todos se burlaban de la muchacha, porque para ellos no existían los defensores del mal, pero llegó el momento más inesperado para el jefe de la panda y se quedó petrificado, cuando acorralado por el ejército del bien, fue juzgado por sus delitos y gritaba como un loco suplicando piedad.
Ya no pudo seguir con sus hazañas criminales, porque su grupo lo abandonó, dejándolo solo, huyeron cobardemente, pero fueron cogidos por los soldados, para ser llevados a recibir su castigo.
La joven doncella se despidió de su protector y aquél le regaló un precioso caballo, para que cabalgara respirando aire puro entre las praderas de la vida, que la llevarían al final a encontrar lo que tanto anhelaba para el resto de sus días, una felicidad que la haría volver a encontrarse a si misma y morir en paz al lado de un verdadero amor.
Llevo casi una hora leyedo tu blog,hacia tiempo que no lo hacia,me gusta mucho todo lo que pones,pero me da pena que recuerdes tanto ese pasado,espero que este año que nos llega sea mejor que este,lo deseo de corazón,yo tambien estoy deseando que pase.UN BESITO.
ResponderEliminarROMI
Hola amiga: Me alegra saber que me has encontrado con la dirección que te dí y me gustan mucho tus comentarios. Espero y deseo que Dios te bendiga y que tu nietecito disfrute de una salud maravillosa y a sus papás también.
ResponderEliminarTu amiga Carmen