EN LA CARRETERA

Todos los domingos nos vamos mi mujer y yo a Gandía, para pasar el día y se me parte el corazón en millones de pedazos de la cantidad de perritos que vemos muertos por la carretera. El domingo pasado sin ir más lejos vimos a uno pequeñito vivo, que circulaba por el arcén y paramos inmediatamente para recogerlo y llevarlo a una protectora, pero desgraciadamente el pequeño se asustó y empezó a correr queriendo cruzar y eso, nos impidió cogerlo. La canallada de esa gente sin escrúpulos, que los abandona sin posibilidades de que puedan tener una oportunidad de salvarse, debería ser castigada de la misma forma, así sabrían lo que es pasar a estar solos e indefensos y morir rabiando de hambre o malos tratos.

Desde que veo todo eso, así como conejitos e incluso cabras, cada vez soy más vegetariana, pues lloro de dolor cuando matan a esos cachorritos de cualquier especie, para comer mejores manjares.

Mi amor por los animales no tiene límites y es que cada día descubro que son mejores que los humanos y son solidarios, amorosos y no tienen maldad.

Odios a los padres que compran un perrito como si fuera de peluche y cuando se van de vacaciones o ya ha estado el tiempo que tenían previsto lo tiran como a un trapo sin pensar en un ser vivo, que tiene sentimientos y que lo da todo incondicionalmente . Ni tan siquiera se dignan a llevarlo a una protectora porque son tan cobardes que ni pueden hacerlo y prefieren tirarlos en cualquier sitio.

Que nadie tenga un pequeño si no es para convertirlo en un miembro de la familia y si quieren comprar un regalo que gasten en un muñeco, que por mucho que le hagan no sufre.

Debemos poner un poco entre todos para evitar estos crímenes y ayudar a estos seres en la más grande medida posible...