La valentía es un don divino, pues no se trata de defenderse con agresiones y violencia, la valentía, es una sabiduría humilde, que nos lleva a tener miedo del contrario, pero con la prudencia y el dolor, de caer derrotados aparentemente con una conciencia limpia y azul como el cielo, que nos hace insignificantes y nos regala la garantía más importante, ¡la seguridad!. El cobarde, huye y teme de si mismo, porque el color negro lo convierte en ciego, se da tropezones y cae en su propia red, por eso, la envidia no puede ser gorda, sino delgada, porque muerde mucho, pero no come nada.
En esta vida, la paciencia tiene más poder que la fuerza y que la injusticia; la perseverancia es triunfar en conseguir unos derechos, que ya tenemos concedidos, desde que nos concibieron nuestros padres,... y la fe, es esperar la lluvia intensa del amor de Dios, cuando creemos inalcanzable la esperanza de seguir viviendo, cuando nos lo han arrebatado todo. Cambiar de lugar, sin la mentalidad de que hay que transformar las costumbres y la forma de vida, es querer cogerse la cola y no salir de la ignorancia más torpe, y muchas veces, tomando otros caminos para salvarnos, encontramos nuestro verdadero destino. Los amigos, se pueden hacer allá donde se vaya, unos llegan y otros se van, pero cuando se escoge a uno, hay que tomarse tiempo con él y llegado el momento, si en la imperfección se cometen errores, ser maduros, profundos y mirarse el propio yo, para saber dialogar, verse el corazón y convertirse en una tortuga gorda y muy lenta, antes de cambiarlo.
Perdonar a nuestros semejantes y vencerlos, es tener un victoria duplicada, que solo pueden entender, los que saben mucho y aparentan por su bondad, su sencillez y su humildad, no tener discernimiento ni tener nada.
Nada, es imposible conseguir, cuando vas llevada de la mano de Dios, pues en la boca te pone las palabras adecuadas, para darte aquello que te mereces, porque en el sufrimiento por amor, está la recompensa, por eso, no hay mejor ejemplo y que ya lo dejó demostrado, cuando después de ser crucificado, resucitó y fue glorificado. En el paraíso de la verdad, hay muchas moradas y no todas son iguales, pues la mejor de ellas, es llegar a la presencia del Señor, contemplar su rostro y poder abrazarle...
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