La jefa del equipo lo sabía, los asesinos también, entre todos la mataron de alguna manera, porque la pena la iba apagando; no comía y se fue debilitando, empeoró gravemente y no se le notaba, pero en su interior estaba destrozada y las fuerzas le fallaban. Se marchó muy lejos, para poder estar tranquila y no sufrir a rabiar cada día, por eso, vio cumplido su deseo más anhelado de la justicia y fueron castigados, con las condenas que se merecían. Aquello, solo era el principio de lo que le haría fallecer a ella, pues el espíritu de quien habían empujado por el abismo de la muerte por la espalda, se le presentaba todas las noches. Cuando habría los ojos gritando de terror, bebía agua sin parar, pues estaba empapada de sudor; nada la consolaba y lloraba sin saber por qué, pues el espíritu no le hablaba, pero derramaba sangre, de la que ella le originó con sus malos tratos, la infidelidad, la traición, el robo, las puñaladas y tirándola en la enfermedad, porque nunca estuvo en su corazón. La anciana se volvía loca, porque el espíritu no le fallaba ninguna noche, como no lo hizo nunca, cuando estaba sana su carne y en ella puso su vida y toda su confianza; los dientes postizos se le caían del temblor, pero el espíritu nunca le hablaba y su color era rojo, como los llantos, que manaban de sus ojos. Cada día era un suplicio y decidió ir a un sacerdote, para desahogarse y contarle lo que le sucedía. Encontró uno joven y comprensivo, moderno, pero sincero y sencillo, le inspiró mucha fiabilidad y se puso a contarle todo aquello que le pasaba. Aquella mujer había envejecido muchísimo, y el sacerdote, le preguntó en confesión, que le contara toda la historia, pero con la verdad auténtica. Por el miedo y el terror, expulsó con su lengua los verdaderos hechos y con los ojos llenos de lágrimas, por la angustia que se apoderaba de ella misma, acabó diciendo la verdad. El joven sacerdote le dijo: Que era su conciencia negra, la que le hacía ver visiones, pues el espíritu que la visitaba, se encontraba vivo, en una mujer enferma y llena de paz, pero era solo su propia maldad la que la estaba torturando, pues había jugado sin derecho, con un ser humano, que no se merecía ser atormentado, ni tampoco agravarlo con los puñales de la promiscuidad, de la agresividad, la violencia, la traición, el robo, las agresiones, la brutalidad y el abandono sin escrúpulos en la enfermedad.
La anciana, seguía viendo lo que su conciencia le ponía delante, se le había despertado y no la soportaba, por eso una de las veces, le dio por colgarse y con el sueño eterno, fue recogida por los ángeles del cielo, para adjudicarle un lugar apartado de la presencia de Dios, porque no consiguió reconciliarse pidiendo perdón, a quien nunca le hizo nada, excepto darle el verdadero amor....
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