EL MURO DE HORMIGÓN

Ante el muro de hormigón, que veía en sus sueños, lloraba su corazón, rezando para que se derrumbara y apareciera el arco iris de un gran amor, un amor imposible lleno de yagas sangrantes, que se irían cerrando, con la ceguera del tiempo, la distancia y la muerte en otra parte. Su alma había guardado a través de su carne, para darla sin medidas y formar su castillo, pero acabó derrumbado, con la bomba del vacío. Ya no tenía luz en sus ojos ni tampoco le quedaba nada, pues le robaron la llave, de su caja sagrada. Su ser ya no era el mismo y caminaba con frío, un frío helado, que corría por sus venas, de tantas lágrimas derramadas y cada una llena de penas, ¡quiero ser libre!, le pedía a su carga tan pesada, pues la iba matando lentamente, si de ella no escapaba. Toneladas de dolor, de angustia, de gritos y lamentos, para un silencio estremecedor, que nadie conocía, excepto, el susurro de la noche sin ruidos, que con ella permanecía. Su Padre, desde el cielo la veía y alargaba su mano, para cogerle la cruz y dejarla respirar, pues necesitaba el aire puro, con el cantar de los pajarillos, que se le acercaban por la mañana, mirando su cara de niña, que iba envejeciendo con las huellas del sufrimiento y de la cadena del amor, que no se le rompía en ningún momento, ¡déjala gritar al mundo entero, que está cansada de tanta crueldad y tanto ensañamiento!, ¡que no soporta ese martirio, ni las burlas de los que le han escupido!, ¡quiere volar de nuevo y encontrar un nido bueno y acogedor!, ¡solo quiere una misma cara para siempre, unas mismas manos, una misma sonrisa, un mismo sendero y mirarlo de frente cogida de su cintura!, pero eso si, ¡con la promesa real de un amor imperfecto, que sea del oro puro, que hasta la muerte perdura!. ¡Solo quiere eso, eso solo quiere!, pues si le falta el amor, que tanto anhela, ¿de qué le sirve vivir, si nadie en el lecho le dice: ¡Te amo, te quiero y eres mi vida entera!?