Existía un monstruo, al que apodaban el horrible adefesio, pues tenía la nariz enorme, de lo mentiroso que era y porque estaba enfermo de la cabeza. Conocía la identidad de quien era un monstruo como él, que era peligroso, pero al ser de su raza ocultaba su nombre y le convertía en un cómplice de monstruos asesinos. Tenía tanto complejo, que el pobre narizón, encontró una bruja jorobada llena de pelos y de gusanos en el vientre, pero el hambre no lo podía resistir y se conformó con una malvada y maldita hechicera, que había heredado de su bruja madre, lo mala que era y que se aprovechaba de vivir a costa del monstruo, al que le hizo creer que le quería por su interior, cuando en realidad lo había seleccionado, para utilizarlo y no pegar golpe.La hechicera, al principio le contagió una enfermedad, porque andaba con unos y con otros, utilizando un disfraz, pero los demás eran muy listos y después de conseguirla fácilmente, huían del miedo que les daba, pero el monstruo era igual que ella y se conformaba con la calculadora hechicera, que sabía que él se moriría pronto y se quedaría con el dinero, para vivir sin pegar golpe, porque además de marrana y tener la casa llena de arañas, era lista, para conseguir estar durmiendo, comer sin parar e intentar matar lo antes posible al monstruo, con tanta cama, porque era otro igual a ella. El monstruo llevaba un coche misterioso, no podía conducir, pero le daba igual cargarse a quien fuera, pues era un asesino en potencia, que solo pensaba en divertirse con su juguete, a pesar del peligro que corría la gente. El monstruo fue abandonado por una buena flor, que cuando lo trató y se dio cuenta de que estaba loco, salió de su lado, se buscó a otro, pero era inteligente y le sacó parte de su castillo lleno de murciélagos, se la tuvo que dar y lo dejó tirado como se merecía, porque no lo podía aguantar de lo monstruo que era por fuera y por dentro, por eso encontró a la perfecta para él, pues eran igual de feos, malos y siempre le daban a la caldera, para crear veneno e ir matando a los demás.
Al final, el monstruo se llevó una gran sorpresa, pues era tan sumamente diabólico y salvaje, que cuando salió todo lo que hacían, acabaron en un centro de deformes, pero enjaulados, porque era ella quien conseguía los ingredientes y en resumidas cuentas, entre esa familia de monstruos, todos eran los culpables, pero unos, muy especiales. El hada de la bondad pudo ver todo aquello y se marchó al valle de la hermosura, dejando volando, la montaña de la basura. Lo hizo porque su corazón era limpio, era un hada buena, repartía amor, pero entre todos los monstruos no paraban de perseguirla, para matarla; estaban ordenados por los monstruos de las calderas, que se odiaban entre ellos, porque eran salidos de la ciencia del infierno, pero la peor y la que ordenaba todo, era la más grande, vieja, sin dientes, con ojos de cristal y una enorme berruga en la nariz, que disimulaba su aspecto, con el disfraz de una indefensa ancianita.
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