La fe que llevo en mi ser, es la que me mantiene todavía, la que si fuera más grande, podría mover montañas y flotar en el aire, es la que puede hacer realidad, el único sueño que he tenido toda mi vida, porque solo deseo amar y ser correspondida.
La soledad mata con el tiempo, cuando deseas abrazar enamorada a una pareja, y en el lecho, está ese espacio vacío, pues encuentras el frío de no poder expresar...¡hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana!, esa parte de tu vida, con la que compartirlo todo y cogerla de la mano en las alegrías y en los llantos. El amor es cosa de dos, lo mejor y más bonito cuando se puede creer en él, sentirlo y llevarlo a la práctica; es la gran entrega en todos los aspectos más sagrada, que el Señor bendice y aprueba en cualquier inclinación sexual, cuando hay verdadero amor y una raíz indestructible. Solo el amor compartido, es la verdad de la vida, ni la familia ni los amigos, ellos son accesorios en lo más grande y divino, porque ese beso, los abrazos, las caricias, el mirar, la ternura, la sonrisa, el calor del cuerpo tan amado, la dulzura, la pasión, la entrega, el gozo, la fusión, los susurros, ¡no hay riqueza mayor en el mundo, que un amor verdadero y profundo!. Yo solo quiero esa riqueza, quiero ser la reina del trono, de una mujer sensible, romántica y tierna y si eso lo tuviera, aunque mis ojos se cerraran antes que los de ella, no le pediría nada más a esta vida pasajera.
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