SOBRE LA ROCA

Estoy sentada sobre una roca, contemplando la inmensidad del mar; las olas golpean sobre mis piernas y siento la frescura del agua, mientras la veo venir caminando sobre ellas con una sonrisa en la cara; no dejamos de mirarnos, me va tendiendo la mano y me quiere llevar con ella, soy su gran amor, el que tanto anhelaba y no lo sabía, pero me ha buscado en su alma y la ha llevado hacia la mía; camina despacio, no tiene prisa, pues nuestro amor es eterno y estará lleno de dicha. Mujer de mi vida, de mis sueños, sensible, profunda, romántica, fiel, verdadera, eres el milagro, que del cielo me llega; mis manos te cogen, nos abrazamos, nos besamos y las olas sienten celos de tanto como nos amamos. Quiero que seas mía, porque yo lo seré siempre y cuando te ha hayas decidido, podré esperar tranquila que me llegue la muerte, si mi vida, si mi amor, aunque fuera poco el tiempo que me quedara pasar contigo, habría valido la pena estar sentada en la roca, para llenarme de la fortuna de un profundo amor, que no fallecerá nunca.

Solo tengo miedo a partir, si no puedo llegar a tener todo tu ser, porque nada habría tenido sentido en este mundo, sin mi regalo más hermoso y deseado, el más grande de la tierra, el que todo lo puede y nadie lo enseña, el AMOR VERDADERO, que nada lo entierra y se hace fuerte con el día a día entre la felicidad y las penas.