En este artículo, lleno de sentimientos profundos voy a hablar de un tema muy especial, para todos los padres, que llegan a idolatrar a sus hijos.
Lo primero que me viene a la mente, es cuando mi madre le advirtió a una de sus nueras, que se casaba con su hijo de muy buen corazón, que la llenaría de hijos, pero que no lo haría trabajar nunca; aquella le contestó que lo haría cambiar y se fue advertida, pero salió la realidad de una madre, que nos conocía muy bien a todos y no era capaz de cegarse y engañar a los demás.
A mi me contaba todos sus sufrimientos y fui la única, a la que le dijo que solo confiaba en mi corazón especial, para cuidar de mi hermanica y poder morir tranquila, no se imaginaba que las tendría en custodia a las dos, por la demencia senil de mi madre querida, que se me moría mientras la abrazaba, dos horas después de las campanadas de fin de año del año 1999.
Desgraciadamente el tiempo ha pasado y la superficialidad del mundo actual, es que los padres en general, no saben reconocer los defectos de sus hijos; si les dicen que su hijo se droga, ponen el grito en el cielo y lo niegan, sin darse cuenta de que jamás se lo van a confesar y son los amigachos los que mejor conocen la realidad.
Aquellos padres o madres, que creen en la palabra de un hijo, que ha sido un consentido malcriado, que tiene todo lo que quiere, que domina y saca lo que puede, que no pega golpe porque ni lo ha intentarlo tan siquiera y no acuden cuando se les necesita, jamás será sincero o sincera, pero la idolatría de esos padres les llevan a meterse en muchos líos, que luego llegan a resultarles penosos y están tristes al reconocer que se han equivocado.
Por supuesto que siempre hay excepciones, pero ya nada es igual; ahora he adquirido una sabiduría muy grande y encima me cuentan los jóvenes que tengo por aquí, muchas cosas, que seguro ignoran sus progenitores, les doy consejos, hablo con ellos, me enseñan lo que significan algunas palabras y siempre seré una tumba.
En mi caso, he confiado sin tapujos, por mi inocencia y mi nobleza, pero lo hice con quien se aprovechó de mi, para acabar conmigo; tengo la costumbre de advertir siempre, porque mi conciencia está limpia y quiero que siga así, aunque se que prevengo y lo utilizan contra mi, pero no me importa, pues Dios me ayuda y prefiero sentir paz y dormir sin remordimientos, pues soy diferente, con mucho amor en mi interior y excesiva profundidad.
Ahora me conoce mucha gente, canto y bailo con personas de todas las edades, enfermos y no enfermos, llevo a los visitantes a lugares típicos del pueblo y me siento tranquila y sin cavilaciones, me quieren invitar aunque yo no acepto, pero las sonrisas y la charla que mantengo con ellos me resultan suficiente como recompensa.
No tengo miedo, tengo respeto, pero mucha fe en que los que pretenden ingresarme en un centro psiquiátrico penitenciario, no lo consigan, porque la justicia tendrá discernimiento y sabiduría, para darse cuenta de la encerrona que me han tendido y de que los culpables de sus delitos, tendrán su merecido.
Solo decirles a los padres que idolatran a sus hijos unas palabras:
Los hijos tienen que ser cuidados cuando son pequeños y cuando son mayores responsables, pero jamás poner la mano en el fuego por ellos, tampoco renunciar a la felicidad con una pareja ideal, por culpa de los celos y de la posesión de los mismos, ni tampoco convencerse de que tienen que estar por obligación toda la vida, para cuando les interesa, pues ellos en cuanto puedan no mirarán nada y saldrán volando en busca de sus nidos y dejarán de pertenecer a los padres, hasta que el interés les haga buscarlos otra vez, por eso no cuesta nada ser simpáticos y decir lo que los padres quieren escuchar, para sacar lo que quieren y convertirse en sus dueños.
Lo bueno del tiempo, es que lo acaban descubriendo y esos padres o madres, se han quedado en un vacío, que no se los llenan los hijos y lloran entre la soledad de sus paredes.
El orgullo mata, la prepotencia destruye, la traición se vuelven en contra de uno mismo, pero la humildad y la verdad de la pureza de un corazón grande, sale triunfando por la gloría del Señor, que conoce su interior y lo que fue capaz de dar, a cambio de una crucifixión.
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