LOS CASTIGOS

Nunca somos castigados por la vida, de las maldades que hace el ser humano, la vida ni castiga ni premia a la gente, el único que nos escarmienta de las acciones perversas y llenas de agresiones, es la justicia divina y la que tenemos aquí, que para eso puso en la mente de los hombres, el Don de la sabiduría, para llevar a cabo la justicia terrenal con los jueces, para que podamos respetar unas leyes de comportamiento y vivir en sociedad como personas civilizadas, para respetarnos unos a otros y amar de verdad, pero dejándonos libres para elegir entre el bien y el mal.

Actualmente todo ha empeorado, pues la desaparición del amor, ha llevado a una catástrofe el mundo que se nos regaló tan precioso, que solo vive materializado, pensando en cómo vivir mejor, trabajar poco si pudiera, ganar mucho dinero y practicar sexo hasta cansarse y cambiar de pareja, pues solo se aguanta para lo bueno y en lo malo, vuela a toda prisa, y se mata si es necesario. La corrupción la tenemos a la orden del día, pero los grandes se tapan entre ellos y si la cosa no es muy descarada, pues casi siempre se libran de todo.

Siempre son las mismas causas, las que provocan la destrucción del alma y no importa cargarse a quien sea, para conseguir objetivos de placer hacia uno mismo, sin importar los demás para nada.

La conciencia desaparece en la maldad, no se siente para nada y se presume de una felicidad falsa, que llaman paz, aquellos que asesinan y se quedan tan tranquilos, convencidos de que lo han hecho muy bien y todo por una causa justificada, por eso hasta los hay que se ponen una bomba en el estómago y estallan con ella, para matar a inocentes que no han hecho nada, y encima lo hacen por Dios, según sus mentes manipuladas y trastornadas.

La conciencia es nuestro espíritu, es nuestra profundidad, nuestra verdad sin tapujos, verla sin disfraces, tener ese privilegio divino de que nos hable y podamos escucharla o ignorarla, para dormir entre caricias de relajamiento, aunque en ocasiones se presume de lo que se carece y eso es típico de los que se quieren autojustificar.

Los que matan no siempre utilizan armas materiales, hay quienes lo hacen calculando cada palabra, para destrozar una vida, ensañándose hasta querer volverla loca y la destruyen recreándose en calumniarla, difamarla y torturarla sin cansarse ni agotarse, pues carecen de entrañas y la mente es brutal y de una criminalidad sin límites.

La justicia no siempre es justa, pero llega para todos el momento de pagar por los actos realizados y es cuando aparece la hora de la verdad, y esas tranquilidades se vuelven en miedo y temores, ante las consecuencias de nuestras acciones. 

Los de la capital que me violaron salvajemente, con los escritos propios de mentes enfermas y llenas de trastornos, deberían estar en tratamiento, pero sabían muy bien lo que hacían y ahora no creen en las consecuencias de lo que les llegará; la encargada de todo y de ser una maltratadora, que no soporta a quienes enferman y se encarga de pegar cada día, de volverse violenta, agresiva, de no tener corazón ni humanidad, se mete en la cama con otra sin respeto de ninguna clase, se burla hasta la saciedad, es mala como nadie y presume de su maravillosa libertad, porque no sabe discernir y el maligno da sensaciones de bienestar, porque se carece de buenos sentimientos; me parece estupendo, pero no a costa de cometer delitos, que se pueden condenar, si la sabiduría de la justicia ante los hechos evidentes, golpea sobre la mesa la pena correspondiente y pagan por lo que han hecho, apaleando a una inocente, a la que han pegado físicamente y en todos los sentidos, y eso, si que no tiene precio alguno. 

La vida nos la dio Dios y toda ella es buena, pero elegir entre el bien y el mal con las consecuencias correspondientes, es cosa del ser humano y no de la vida, por eso nunca hay que menospreciar lo que pueda llegar cuando sea el momento, de conseguir que haya justicia ante lo que me han hecho, solo por quedarme en una silla de ruedas y sin conocer que estaba con una trastornada neurótica, que en unión de sus cómplices, me han tratado como les ha dado la gana, menospreciando las leyes terrenales y la divina.